sábado, 11 de febrero de 2017

Muros, muros, muros... (Juan José Deliberto)


Muros, muros, muros... (Juan José Deliberto) 
El mundo discute hoy sobre levantamientos de distintos muros, tanto visibles (muro en la frontera México- EEUU como invisibles, que propone el gobierno norteamericano, y viene a la memoria la caída del muro de Berlín en 1989 mientras aparecen otros muros en vigencia en diversas partes del planeta: Marruecos y el Sáhara Occidental desde 1987; Guantánamo del resto de Cuba, desde 1959; reforzando fronteras entre países, como entre Corea del Norte y Corea del Sur desde 1953; India y Pakistán desde los 80; Israel y Siria e Israel y Líbano desde 1967; Sudáfrica y Zimbabue desde 1984, Sudáfrica con Mozambique desde 1975. Israel de Cisjordania -levantado en 2002, y todavía sin terminar- Israel de Gaza -construido en 2005; Estados Unidos y México, iniciado en 2006 y aún en marcha.
Hoy son más de 70 en la actualidad.
Élisabeth Vallet que investiga desde hace años la proliferación de muros y verjas en el mundo dice: «La mundalización inició un proceso de desindustrialización que ha generado desigualdades, y la población tiene sentimiento de vulnerabilidad». Por ello, «se instaló una especie de miedo, que fue alimentado por el 11 de septiembre, y ha habido un repliegue al interior de las fronteras, por una especie de crispación identitaria».
Efectivamente, la intención de las elites del poder y su mensaje a través de los grandes conglomerados mediáticos, han centrado el debate sobre los muros fronterizos de hormigón.
Pero debemos revisar y discutir sobre la existencia de otros muros que van consolidando y afectando nuestra vida cotidiana, como el muro de la altísima concentración del poder y la riqueza en muy pocas manos generando cada vez más desigualdad en el mundo; el muro del consecuente deterioro de la democracia porque la política refleja el mismo orden que lo económico; el muro del acelerado descontrol del cambio climático que incide sobre todo el planeta con la complicidad de las grandes multinacionales comerciales y financieras; el muro que construye día a día la (in) justicia que mira y no ve como dice León.
Y a nivel local nacional también existen otros muros que expresan un modelo social de vida, el de Los barrios privados: segregación social y fragmentación urbana; el de los countries: de la argentina prebendaria y terrateniente; el muro que aparece cuando se privatizan los espacios y actividades públicos; el muro de los guetos de las villas miserias, muchos pobres en la orilla a punto de caer; el del ajuste sobre los más débiles, trabajadores, jubilados, etc; el muro de la desigualdad de clase, género, etc que se traduce en injusticia; el de la inseguridad: que refleja un determinado estado de las cosas; también el muro de la mala educación, no se enseña a pensar ni reflexionar sobre nuestra compleja realidad; el de las corporaciones, políticas, gremiales, empresariales, religiosas, etc, y sus privilegios; y sobre todo el muro de la violencia: presente en todas partes.
Asimismo también deberíamos observar nuestro propio muro, construido con numerosos ladrillos, de intolerancia: sólo mi verdad es la que vale; de discriminación, afuera lo diferente; de la hipocresía social: la doble moral, haz lo que yo digo...;de indiferencia social: poco me importan los otros; del individualismo feroz, sólo yo y después yo; el ladrillo de la adicción a las nuevas tecnologías, que produce víctimas de nuevas formas de manipulación masiva; el ladrillo del autoritarismo: siempre sostenido por el uso de la fuerza.
Entonces, cabe preguntarse: ¿Cómo se podría derribar toda esta construcción?, quizás, abriéndonos al mundo: tan sólo escuchando al otro, poniéndonos en el lugar de ese otro.
Y parafraseando a Roger Waters: intentemos no ser otro ladrillo más en el muro de los que dividen al mundo.

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